Increíble
pero cierto. Por primera vez desde que se recordara llegaba un huracán a
Nueva York y allí estábamos nosotros para recibirlo. Deberíamos haberlo
visto venir, pero esta vez tampoco. Señales había de sobra, pero no les
hicimos caso: Joe y la noche blanca del flamenco, la Nikon rota, el
chino patinador ostiao, el taxista loco, el terremoto… si es que no
aprendemos ná. En ese momento tomamos una determinación: “Chavales, si
vamos a morir, hagámoslo con clase”. Y así, comenzamos unos de los días
más memorables de nuestra estancia en Nueva York.
El
día no era nada bueno. Estaba nublado y se anunciaba lluvia. Sin
desayunar, decidimos salir para ver el edificio por excelencia de la
ciudad de los rascacielos: El Empire State Building. Tuvimos suerte y
llegamos temprano, evitando las abundantes colas que se forman en el
mismo. El ascensor te lleva hasta la azotea principal, que todos podréis
recordar en numerosas escenas del cine y la televisión, como en “Algo
para recordar” con Tom Hanks y Meg Ryan.
¿Bonita eh? Bueno, pues allí la cosa estaba bastante más abarrotada que
en la peli pero las vistas para hacer fotos estaban bien. El día, no
obstante, empeoraba por momentos. Después de hacernos muchas fotos y dar
la vuelta a la terraza, decidimos subir a todo lo alto, donde hay un
mirador acristalado que, la verdad, no mejora las vistas de abajo y
además no permite hacer fotos buenas de la ciudad. La experiencia nos
dejó pasmados como podeis deducir de la postura del Pérez en esta foto.
Subiendo desde la azotea al último piso, Carlos decidió hacer una de
las suyas. El ascensor que subía este último tramo era bastante antiguo y
tenía una especie de manivela para subir y bajar que manejaba un hábil
ascensorista que vestía con su uniforme de época. Carlos se puso a su
lado y empezó a insistirle (a darle el coñazo, vamos) para que le dejara
manejar el ascensor. Para sorpresa de todos los presentes, el simpático
ascensorista confió nuestras vidas en las negligentes y temerarias
manos de Carlos, el cual, como era de esperar, atascó el ascensor a
pocos metros del piso final. Yo que ya estaba pensando en el desayuno a
esas horas, y allí estaba, atrapado en el piso ciento y pico del
rascacielos más alto de Nueva York. No sé a quien quería coger por el
pescuezo si a Carlos o al ascensorista. Por suerte, este último,
consiguió con un golpe de palanquita desatascar el bicho y subirnos a
todo lo alto… de nuevo, fotos y para abajo. Pusimos la “X” en “Subir al
Empire State Building” y nos fuimos al Starbucks a desayunar que ya era hora.
Pues bien, estábamos desayunando nuestro delicioso Frapuccino de Moca en el Starbucks
cuando observamos una escena digna de mención. En una mesa larga junto a
nosotros, una joven Neoyorkina discutía con un grupo de ingleses. He de
decir que siempre he querido ver cómo sería una ejecutiva agresiva,
pero aquella escena superó con mucho mis expectativas. La muchacha iba
con un vestido ajustado con minifalda, tacones altísimos y ni que decir
tiene que estaba buenísima. Pero la tía calzaba una mala leche de
cojones. No sé cual fue el motivo de la discusión con los ingleses pero
les dijo de todo. Entre otras lindezas les dijo que se gastaran allí
(refiriéndose a Nueva York) su sucio dinero y que se volvieran de vuelta
a su país de mierda. Hay que decir que, aunque no exenta de razón en
cuanto a lo que se refiere a Gran Bretaña, le perdieron las formas y la
soberbia. No obstante, he de confesar que posteriormente he soñado
varias veces con la chica en cuestión. En esos sueños, me ataba a la
cama, mientras me decía todas clase de marranadas, para
luego…….(Censored).
Como
había empezado a llover, decidimos culturizarnos y nos fuimos en taxi
al Museo de Historia Natural. Había mucha cola para entrar, pero a
nosotros eso no nos importó, puesto que Carlos se empeñó en colarse. Sí
señor, después de gastarnos una pasta inmensa en todo tipo de ropa y
comida, el niño se empeñó en colarse en el museo… y lo consiguió. A
decir verdad, nosotros lo seguimos. Luego tendríamos nuestro castigo
puesto que en la sala donde estaba el dinosaurio más grande del mundo
pedían la entrada, la cual lógicamente, no teníamos, así que nos lo
perdimos. En cambio, vimos otros dinosaurios más pequeños, fósiles,
galaxias, animales disecados, antepasados del hombre… básicamente toda
clase de cosas que le pueden gustar a un friki de las ciencias
naturales. Yo era más de Sociales, pero bueno, para entretenernos un
rato no estuvo mal.
Parecía
que fuera paraba de llover así que nos fuimos de paseo por Central Park
que nos pillaba justo enfrente. Estábamos dando el paseo de rigor
cuando nos metimos por un caminillo junto a un lago donde había una
casetilla cuando, ¡¡Oh, sorpresa!! Se estaba celebrando una boda. Serían
no más de 10 personas dentro de la caseta, junto al novio, que
esperaban a la novia. Cuando esta llegó, se fue aproximando al
improvisado altar mientras (y esto es lo relevante de la anécdota) los
invitados cantaban y tatareaban canciones. Nosotros,
viniendo como veníamos del país de la Esteban, estábamos presenciando
la escena absortos mientras nos imaginábamos como serían nuestras bodas
con nuestros colegas cantándonos en el altar.
Nos habríamos quedado a la ceremonia entera pero la madre de la novia no estaba muy por la labor:
No la queríamos, pero sí teníamos hambre, por eso nos piramos.
Al
otro lado del lago pudimos observar un restaurante encantador del cual,
mis compañeros se quedaron inmediatamente prendados: “The Riverboat”.
Se trata de un restaurante-muelle que da al lago y que ofrece unas
vistas bucólicas del lugar así como una carísima y exquisita comida. La entrada al restaurante fue curiosa. Unos piquetes en huelga no querían dejarnos pasar ya que, al parecer, el restaurante es dueño del zoológico del parque y lo querían cerrar. Nosotros,
que teníamos hambre y no conocíamos el zoológico en cuestión ni la
problemática que lo rodeaba (y que, en definitiva, nos la sudaba), pasamos ante el abucheo general, si bien Carlos decidió saludarlos jocosamente y aplaudirles, lo cual no ayudó, desde luego, a calmar los ánimos. Un pelirrojo que había por allí nos gritó la frase del viaje: "BOOOOOOOOO!!! You should be ashamed of yourselves!!!".
Desde ese momento, cuando queríamos expresar nuestro desagrado con las
decisiones tomadas por los demás, lo abucheábamos con el grito de guerra
que el pelirrojo nos había enseñado.
Hay
que decir que, a pesar de no tratar demasiado bien a los animales del
zoo, a nosotros nos trataron de forma exquisita, y eso que el maitre se
empeñó en ofrecernos gazpacho. Yo le dije que veníamos de la tierra del
gazpacho y que por el precio que quería vendernos un platito de gazpacho
mi madre me hacía 100 litros y
probablemente más bueno. Al final cedió y nos puso una ensalada de
marisco, otra de langosta, unas hamburguesitas y unos entrecots de aupa,
todo regado por una riquísima cerveza de malta. El postre no recuerdo
que fue, pero la comida fue magnífica. Eso sí, se lo cobraron con
creces.
Había que bajar tan magna comida, así que decidimos darnos un buen paseo hasta la 38, donde estaba el Madison Square Garden. Decidimos bajar por el Upper West Side y la 8th Av., pero Carlos tuvo la ocurrencia de que nos fuéramos pegados por el Hudson. La bajada hasta el río fue infernal sobre todo por el calor y la humedad. Yo no podía sudar más. Miraba al Pérez: -“Un par de graditos más…y en la gloria”. Al llegar al río solo había una autopista así que nos volvimos a la 8va. Llegamos al Madison. Este estaba en obras así que entramos en Macy´s, un centro comercial cojonudo que tiene todo tipo de marcas y aparatos a precios bastante baratos. Como ya le habíamos dado demasiada caña a las compras el día anterior, solo bicheamos un poco, pero yo al final me llevé una tarjeta de memoria a muy buen precio.
Se
nos venía la noche encima, pero antes de llegarnos al hotel, nos
paramos en el Rockefeller Center, para verlo. Donde en Invierno está la
pista de hielo, hay un barecillo con mucho ambiente. En el lugar en
cuestión, estos se pidieron un cocktail asqueroso. El cocktail en sí ya
estaba salado, pero les pusieron sal en los bordes que iba cayendo
dentro. No creo que una copa con agua del Mar Muerto estuviera más
salada. Yo, me pedí por vigesimocuarta vez una Vanilla-Coke, pero
tampoco la tenían. A lo largo de los días en Nueva York pedimos
Coca-Cola de vainilla en innumerables sitios, pero no nos la pusieron en
ninguno. Yo desde que vi a Vincent Vega ( John Travolta) pedirla en
"Jack´s Rabbit Slims" mientras Mia Wallace (Uma Thurman) se pedía un
batido de cinco dólares, siempre quise probarla. Pero en este caso, no
hubo suerte.
(Lástima que no haya traducción)
Tras varios días llegamos a pensar que era un mito. Pero posteriores indagaciones me han demostrado que no es así:
(Lástima que no haya traducción)
Tras varios días llegamos a pensar que era un mito. Pero posteriores indagaciones me han demostrado que no es así:
Anochecía.
Estábamos cansados y nos volvimos al hotel. Creíamos que el día no
daría para más. ¡¡Qué ingenuos!! Nos esperaba la noche de los 1.000
dólares. Pero esa merece un capítulo propio.
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