viernes, 4 de mayo de 2012

Nueva York (Día 2...casi)


Increíble pero cierto. Por primera vez desde que se recordara llegaba un huracán a Nueva York y allí estábamos nosotros para recibirlo. Deberíamos haberlo visto venir, pero esta vez tampoco. Señales había de sobra, pero no les hicimos caso: Joe y la noche blanca del flamenco, la Nikon rota, el chino patinador ostiao, el taxista loco, el terremoto… si es que no aprendemos ná. En ese momento tomamos una determinación: “Chavales, si vamos a morir, hagámoslo con clase”. Y así, comenzamos unos de los días más memorables de nuestra estancia en Nueva York.

            El día no era nada bueno. Estaba nublado y se anunciaba lluvia. Sin desayunar, decidimos salir para ver el edificio por excelencia de la ciudad de los rascacielos: El Empire State Building. Tuvimos suerte y llegamos temprano, evitando las abundantes colas que se forman en el mismo. El ascensor te lleva hasta la azotea principal, que todos podréis recordar en numerosas escenas del cine y la televisión, como en “Algo para recordar” con Tom Hanks y Meg Ryan.




          ¿Bonita eh? Bueno, pues allí la cosa estaba bastante más abarrotada que en la peli pero las vistas para hacer fotos estaban bien. El día, no obstante, empeoraba por momentos. Después de hacernos muchas fotos y dar la vuelta a la terraza, decidimos subir a todo lo alto, donde hay un mirador acristalado que, la verdad, no mejora las vistas de abajo y además no permite hacer fotos buenas de la ciudad. La experiencia nos dejó pasmados como podeis deducir de la postura del Pérez en esta foto.


          
           Subiendo desde la azotea al último piso, Carlos decidió hacer una de las suyas. El ascensor que subía este último tramo era bastante antiguo y tenía una especie de manivela para subir y bajar que manejaba un hábil ascensorista que vestía con su uniforme de época. Carlos se puso a su lado y empezó a insistirle (a darle el coñazo, vamos) para que le dejara manejar el ascensor. Para sorpresa de todos los presentes, el simpático ascensorista confió nuestras vidas en las negligentes y temerarias manos de Carlos, el cual, como era de esperar, atascó el ascensor a pocos metros del piso final. Yo que ya estaba pensando en el desayuno a esas horas, y allí estaba, atrapado en el piso ciento y pico del rascacielos más alto de Nueva York. No sé a quien quería coger por el pescuezo si a Carlos o al ascensorista. Por suerte, este último, consiguió con un golpe de palanquita desatascar el bicho y subirnos a todo lo alto… de nuevo, fotos y para abajo. Pusimos la “X” en “Subir al Empire State Building” y nos fuimos al Starbucks a desayunar que ya era hora.

            Pues bien, estábamos desayunando nuestro delicioso Frapuccino de Moca en el Starbucks cuando observamos una escena digna de mención. En una mesa larga junto a nosotros, una joven Neoyorkina discutía con un grupo de ingleses. He de decir que siempre he querido ver cómo sería una ejecutiva agresiva, pero aquella escena superó con mucho mis expectativas. La muchacha iba con un vestido ajustado con minifalda, tacones altísimos y ni que decir tiene que estaba buenísima. Pero la tía calzaba una mala leche de cojones. No sé cual fue el motivo de la discusión con los ingleses pero les dijo de todo. Entre otras lindezas les dijo que se gastaran allí (refiriéndose a Nueva York) su sucio dinero y que se volvieran de vuelta a su país de mierda. Hay que decir que, aunque no exenta de razón en cuanto a lo que se refiere a Gran Bretaña, le perdieron las formas y la soberbia. No obstante, he de confesar que posteriormente he soñado varias veces con la chica en cuestión. En esos sueños, me ataba a la cama, mientras me decía todas clase de marranadas, para luego…….(Censored).

            Como había empezado a llover, decidimos culturizarnos y nos fuimos en taxi al Museo de Historia Natural. Había mucha cola para entrar, pero a nosotros eso no nos importó, puesto que Carlos se empeñó en colarse. Sí señor, después de gastarnos una pasta inmensa en todo tipo de ropa y comida, el niño se empeñó en colarse en el museo… y lo consiguió. A decir verdad, nosotros lo seguimos. Luego tendríamos nuestro castigo puesto que en la sala donde estaba el dinosaurio más grande del mundo pedían la entrada, la cual lógicamente, no teníamos, así que nos lo perdimos. En cambio, vimos otros dinosaurios más pequeños, fósiles, galaxias, animales disecados, antepasados del hombre… básicamente toda clase de cosas que le pueden gustar a un friki de las ciencias naturales. Yo era más de Sociales, pero bueno, para entretenernos un rato no estuvo mal.

             Parecía que fuera paraba de llover así que nos fuimos de paseo por Central Park que nos pillaba justo enfrente. Estábamos dando el paseo de rigor cuando nos metimos por un caminillo junto a un lago donde había una casetilla cuando, ¡¡Oh, sorpresa!! Se estaba celebrando una boda. Serían no más de 10 personas dentro de la caseta, junto al novio, que esperaban a la novia. Cuando esta llegó, se fue aproximando al improvisado altar mientras (y esto es lo relevante de la anécdota) los invitados cantaban y tatareaban canciones. Nosotros, viniendo como veníamos del país de la Esteban, estábamos presenciando la escena absortos mientras nos imaginábamos como serían nuestras bodas con nuestros colegas cantándonos en el altar.


             Nos habríamos quedado a la ceremonia entera pero la madre de la novia no estaba muy por la labor:

 No la queríamos, pero sí teníamos hambre, por eso nos piramos.

Al otro lado del lago pudimos observar un restaurante encantador del cual, mis compañeros se quedaron inmediatamente prendados: “The Riverboat”. Se trata de un restaurante-muelle que da al lago y que ofrece unas vistas bucólicas del lugar así como una carísima y exquisita comida. La entrada al restaurante fue curiosa. Unos piquetes en huelga no querían dejarnos pasar ya que, al parecer, el restaurante es dueño del zoológico del parque y lo querían cerrar. Nosotros, que teníamos hambre y no conocíamos el zoológico en cuestión ni la problemática que lo rodeaba (y que, en definitiva, nos la sudaba), pasamos ante el abucheo general, si bien Carlos decidió saludarlos jocosamente y aplaudirles, lo cual no ayudó, desde luego, a calmar los ánimos. Un pelirrojo que había por allí nos gritó la frase del viaje: "BOOOOOOOOO!!! You should be ashamed of yourselves!!!". Desde ese momento, cuando queríamos expresar nuestro desagrado con las decisiones tomadas por los demás, lo abucheábamos con el grito de guerra que el pelirrojo nos había enseñado.
Hay que decir que, a pesar de no tratar demasiado bien a los animales del zoo, a nosotros nos trataron de forma exquisita, y eso que el maitre se empeñó en ofrecernos gazpacho. Yo le dije que veníamos de la tierra del gazpacho y que por el precio que quería vendernos un platito de gazpacho mi madre me hacía 100 litros y probablemente más bueno. Al final cedió y nos puso una ensalada de marisco, otra de langosta, unas hamburguesitas y unos entrecots de aupa, todo regado por una riquísima cerveza de malta. El postre no recuerdo que fue, pero la comida fue magnífica. Eso sí, se lo cobraron con creces.









                                                              
                                    
                                               















Había que bajar tan magna comida, así que decidimos darnos un buen paseo hasta la 38, donde estaba el Madison Square Garden. Decidimos bajar por el Upper West Side y la 8th Av., pero Carlos tuvo la ocurrencia de que nos fuéramos pegados por el Hudson. La bajada hasta el río fue infernal sobre todo por el calor y la humedad. Yo no podía sudar más. Miraba al Pérez: -“Un par de graditos más…y en la gloria”. Al llegar al río solo había una autopista así que nos volvimos a la 8va. Llegamos al Madison. Este estaba en obras así que entramos en Macy´s, un centro comercial cojonudo que tiene todo tipo de marcas y aparatos a precios bastante baratos. Como ya le habíamos dado demasiada caña a las compras el día anterior, solo bicheamos un poco, pero yo al final me llevé una tarjeta de memoria a muy buen precio.

Se nos venía la noche encima, pero antes de llegarnos al hotel, nos paramos en el Rockefeller Center, para verlo. Donde en Invierno está la pista de hielo, hay un barecillo con mucho ambiente. En el lugar en cuestión, estos se pidieron un cocktail asqueroso. El cocktail en sí ya estaba salado, pero les pusieron sal en los bordes que iba cayendo dentro. No creo que una copa con agua del Mar Muerto estuviera más salada. Yo, me pedí por vigesimocuarta vez una Vanilla-Coke, pero tampoco la tenían. A lo largo de los días en Nueva York pedimos Coca-Cola de vainilla en innumerables sitios, pero no nos la pusieron en ninguno. Yo desde que vi a Vincent Vega ( John Travolta) pedirla en "Jack´s Rabbit Slims" mientras Mia Wallace (Uma Thurman) se pedía un batido de cinco dólares, siempre quise probarla. Pero en este caso, no hubo suerte.


                                   
                                                 (Lástima que no haya traducción)


Tras varios días llegamos a pensar que era un mito. Pero posteriores indagaciones me han demostrado que no es así:


Anochecía. Estábamos cansados y nos volvimos al hotel. Creíamos que el día no daría para más. ¡¡Qué ingenuos!! Nos esperaba la noche de los 1.000 dólares. Pero esa merece un capítulo propio.

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